INFORME DE PROGRESOS, 03




Esta mañana, a la hora de mi desayuno, vino a verme Billie. Como el señor Donner se había marchado ya a desayunar, Billie entró silbando la canción de El viejo se ha ido a pasear. Después de atender a la señora Malory, que salió disparada diciendo que Billie estaba loco, me comí mi bollo de crema. Billie estaba contento. Me dijo que ayer, en un local de la calle Lory, conoció a una mujer en cuyos pechos puede buscarse el sentido de la vida sin encontrarlo jamás, o echar monedas por la ranura de su pozo y pegar la oreja hasta escuchar cómo chapotea al fondo el agua de su vagina. Dice que una mujer que aprende a ganarse el pan con el sudor de la frente de un hombre como él, merece todo el respeto. Me gusta escuchar a Billie. A veces no le entiendo, pero es el único que me habla como a un adulto.

Me preguntó por las sesiones de espiritismo de la bruja, (se refería a las clases de miss Kinnian), y le dije que ayer no fui porque el doctor Strauss me llevó otra vez a ver al profesor Neimur para que me hiciera otro test. Yo tenía miedo, porque quiero que ellos puedan usarme a mí, y quiero ser listo. El profesor Neimur me hizo una prueba de percepción con dos líneas paralelas que acababan en flechas, una hacia dentro y otra hacia fuera, y me preguntó qué línea era más larga de las dos. Yo veía más larga la que tenía la flecha hacia fuera, pero él dijo que las dos líneas eran iguales. Quiso engañarme. Me dijo que así se probaba una imperfección visual que se llama persistencia retiniana, y que yo la tenía. Creo que no he pasado el test...

Billie se rió mucho cuando se lo conté, pero con ternura y ruido como lo hace siempre.
Me dijo que esa imperfección la tengo yo y todo el país y todo el mundo que ve. Gracias a esa anomalía universal, dice, podemos ver las películas de cine sin notar que cada fotograma está cortado. Esos cortes imperceptibles se han usado, según Billie, para fabricar asesinos en serie durante la Segunda Guerra Mundial, poniendo imágenes de los enemigos sin que uno se dé cuenta. Después de ver esto, ya estaban preparados para matar al enemigo, que seguro que era amigo de alguien. Dice Billie que hasta la Coca cola se ha anunciado así en muchas películas y, al salir del cine, la gente tenía unas ganas tremendas de beber la sangre del imperialismo. Así llama él a la Coca cola.
Me pregunto si con ese método pueden hacer que alguien se vuelva listo. Billie piensa que no, en todo caso lo usan para lo contrario. Yo creo que el profesor Neimur no haría nada parecido conmigo. Tendré cuidado si alguna vez me invita a ir al cine.

Por la tarde no fui a las clases de miss Kinnian porque Billie me llevó a la Filmoteca. El señor Donner cree que estoy en clase. Miss Kinnian cree que estoy con el señor Donner. Eso me gusta, aunque mañana el señor Donner y miss Kinnian me gritarán, cada uno a la hora que le corresponde, porque yo les voy a decir la verdad. Porque ha sido maravilloso. Porque he visto con Billie Cinema Paradiso, una película italiana con esa luz especial. Porque contaba la historia de un cine de pueblo. Porque al final... al final salían los besos de Sofía Loren y el protagonista lloraba viendo esas imágenes. Porque yo también lloré, no sólo por las imágenes, sino más bien porque esa imperfección visual universal me permite soñar con que un día seré listo. Porque si todos compartimos esa imperfección para poder ver algo tan hermoso, ¿por qué no compartir la perfección algún día?




Canción: Cinema paradiso (Andrea y Ennio Morriconne)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mágicas reflexiones desde la mente ilusa de Charlie. A veces, quisiera ser como él. Solo a veces.

Me encantó