Ayer en la consulta del doctor Strauss estuve muy mal. Creo que ellos ya no podrán usarme a mí después de eso. No sé por qué me enfadé tanto.
Se lo he contado a Billie, que ha venido como de costumbre a la panadería a la hora de mi desayuno. Según Billie, le hablé así porque estoy empezando a ser listo. Yo sé que Billie miente a veces, pero me quiere y me hace sonreír. Quizá es el único que me usa. Me preguntó Billie si el doctor habló de mi madre. Yo le dije que no, porque sabe que yo no quiero hablar de ella. Mi madre me quiere y no tengo nada que decir. Además, ella tiene mucho trabajo y yo he salido adelante, más o menos, con lo difícil que es eso para un hombre como yo. Billie insiste en que el trabajo del señor Donner no deja de ser una limosna, una subida de azúcar en su sangre.”Algún día te darás cuenta de que el viejo es más hipócrita que la señora Malory, que al fin y al cabo está enamorada, aunque sea de la mediocridad”. Mi madre no se parece en nada a la señora Malory, creo yo. Le conté a Billie que mi madre tuvo tres hijos. Yo fui el último y, además, el único que vive. Los dos primeros los sembró nada más nacer o morir a la vida, mejor dicho. No les puso nombre. Los dejó allí como esperando que brotara algo... y nací yo. Aunque ahora ya no nos vemos yo sé que mi madre me quiere. Tengo mucho trabajo en la panadería y con las clases de miss Kinnian me queda poco tiempo. Si pudiera verla le diría que estoy haciendo progresos aunque, después de lo de ayer, el doctor Strauss no creo que quiera verme más. Bueno, a lo mejor piensa que tiene que trabajar más conmigo para hacerme listo.
Ha llegado el señor Donner y Billie ni siquiera le ha saludado, pero se ha puesto a hablar de su madre para que el señor Donner se ponga nervioso y se meta en la trastienda.
Dice Billie que su madre fue una fulana que cada noche, al acabar su jornada, quemaba sus bragas en el fuego para no dejar huellas de sus víctimas, cadáveres de amor que ardían junto a la leña con la que preparaba la cena. Dice que se gastó una fortuna en ropa interior y que su corazón tenía la indecencia de una sábana tendida al sol y aireada por el viento. Ya ni recordaba las veces que había pasado el mar por su vagina. Fue tan buena, dice, que acabó ahogada en alcohol. No sé si todo esto es cierto o me lo ha contado Billie para deshacerse del señor Donner, que escuchaba detrás del mostrador y que al final se ha metido en la trastienda refunfuñando no sé qué cosas de Billie. Bueno, sí sé, pero no quiero escribir eso porque Billie no es así como dice el señor Donner.
Billie salió de la panadería orgulloso de su victoria un día más. Yo pensé en mi madre.
A veces creo que mi madre también acabó ahogada en alcohol, porque fue buena.
Ahora, la distancia entre los dos me permite reinventarla o recordar aquello que quiero, sólo aquello que quiero, de ella. Pensar que a la vuelta de mis clases en el colegio Bikman veré de nuevo aquellas notas que me dejaba sobre la mesa de la cocina, junto a la cena tapada para que no se enfríe. Siempre escribía lo mismo: “tu madre te quiere y Dios también”, dentro de un corazón dibujado tan rápido que los extremos se quedaban separados y a mí me parecían dos signos de interrogación opuestos donde yo siempre leía: ¿Tu madre te quiere y Dios también?
Canción: Qué lejos (Pancho Céspedes)
Se lo he contado a Billie, que ha venido como de costumbre a la panadería a la hora de mi desayuno. Según Billie, le hablé así porque estoy empezando a ser listo. Yo sé que Billie miente a veces, pero me quiere y me hace sonreír. Quizá es el único que me usa. Me preguntó Billie si el doctor habló de mi madre. Yo le dije que no, porque sabe que yo no quiero hablar de ella. Mi madre me quiere y no tengo nada que decir. Además, ella tiene mucho trabajo y yo he salido adelante, más o menos, con lo difícil que es eso para un hombre como yo. Billie insiste en que el trabajo del señor Donner no deja de ser una limosna, una subida de azúcar en su sangre.”Algún día te darás cuenta de que el viejo es más hipócrita que la señora Malory, que al fin y al cabo está enamorada, aunque sea de la mediocridad”. Mi madre no se parece en nada a la señora Malory, creo yo. Le conté a Billie que mi madre tuvo tres hijos. Yo fui el último y, además, el único que vive. Los dos primeros los sembró nada más nacer o morir a la vida, mejor dicho. No les puso nombre. Los dejó allí como esperando que brotara algo... y nací yo. Aunque ahora ya no nos vemos yo sé que mi madre me quiere. Tengo mucho trabajo en la panadería y con las clases de miss Kinnian me queda poco tiempo. Si pudiera verla le diría que estoy haciendo progresos aunque, después de lo de ayer, el doctor Strauss no creo que quiera verme más. Bueno, a lo mejor piensa que tiene que trabajar más conmigo para hacerme listo.
Ha llegado el señor Donner y Billie ni siquiera le ha saludado, pero se ha puesto a hablar de su madre para que el señor Donner se ponga nervioso y se meta en la trastienda.
Dice Billie que su madre fue una fulana que cada noche, al acabar su jornada, quemaba sus bragas en el fuego para no dejar huellas de sus víctimas, cadáveres de amor que ardían junto a la leña con la que preparaba la cena. Dice que se gastó una fortuna en ropa interior y que su corazón tenía la indecencia de una sábana tendida al sol y aireada por el viento. Ya ni recordaba las veces que había pasado el mar por su vagina. Fue tan buena, dice, que acabó ahogada en alcohol. No sé si todo esto es cierto o me lo ha contado Billie para deshacerse del señor Donner, que escuchaba detrás del mostrador y que al final se ha metido en la trastienda refunfuñando no sé qué cosas de Billie. Bueno, sí sé, pero no quiero escribir eso porque Billie no es así como dice el señor Donner.
Billie salió de la panadería orgulloso de su victoria un día más. Yo pensé en mi madre.
A veces creo que mi madre también acabó ahogada en alcohol, porque fue buena.
Ahora, la distancia entre los dos me permite reinventarla o recordar aquello que quiero, sólo aquello que quiero, de ella. Pensar que a la vuelta de mis clases en el colegio Bikman veré de nuevo aquellas notas que me dejaba sobre la mesa de la cocina, junto a la cena tapada para que no se enfríe. Siempre escribía lo mismo: “tu madre te quiere y Dios también”, dentro de un corazón dibujado tan rápido que los extremos se quedaban separados y a mí me parecían dos signos de interrogación opuestos donde yo siempre leía: ¿Tu madre te quiere y Dios también?
Canción: Qué lejos (Pancho Céspedes)
1 comentario:
Quizás por ver la realidad de una manera "extraordinaria", el protagonista expresa un mundo de gran lirismo, como el entierro de sus hermanos como semillas sin brotar.
Trágico el corazón de la madre y un acierto original.
Te sigo leyendo.
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