INFORME DE PROGRESOS, 12




-¡Rápido, Charlie!. Ponte el bañador y ven conmigo.

Le dejé una nota al señor Donner porque era muy temprano y había salido a comprar el periódico, como todos los domingos. De camino, en el coche de Billie, le pregunté qué íbamos a hacer.

-Vamos a una fiesta, Charlie
-¿En bañador?

Se rió y dijo que la fiesta era en la playa. Me pareció muy extraño. Al llegar allí vimos a varios jóvenes que dormían sobre la arena, vestidos y con una nevera abierta y latas de cerveza vacías por todas partes. Billie subió el volumen de la radio. Sonaba en ese momento el Nessun dorma de Puccini, en la voz de Pavarotti. Eso al menos me dijo Billie.

-Míralos, Charlie. Ayer se durmieron con la resaca de una canción de discoteca. Ahora yo les despierto con Turandot.

Uno de ellos gritó algo y metió la cabeza entre sus piernas, pero el sol estaba ya muy arriba. Dejamos el coche y nos acercamos a la playa, pero sin tocar la arena.

-Observa, Charlie. Aquí hay suficiente material para hacer cien documentales sobre la especie humana. Esta es la fiesta.

Billie hacía de comentarista mientras la gente buscaba un hueco donde poner la toalla. Una joven con un tanga que parecía hecho con la cinta con la que se inauguran los teatros, revolvía su pelo de un lado a otro mientras se ponía protección solar.

-Mírala, Charlie. Esa mujer ha concentrado su belleza en el culo. Lo ha trabajado. Lo ha hecho firme. Todo esfuerzo es poco para poder enseñarlo aquí.

Me pareció una observación machista, pero Billie lo decía de un modo tan natural que más bien parecía simple información de lo que ocurría realmente.

-¡Mírala, Charlie!. El sol le está proponiendo un baño. El sol seductor conseguirá que esa joven se meta en el agua y luego le hará el amor entre empujones de olas aliadas a una misma causa. Ella saldrá del mar ruborizada, penetrada por los rayos de ese indecente provocador.

Los ojos de Billie sonreían. Entonces llegó a la confidencia.

-Hace mucho tiempo conocí a una mujer que entendía a los hombres. Me hablaba de cómo ellas juegan con nosotros. De cómo los hombres se enamoran de unos tirantes, aunque sean las asas de una bolsa de plástico. De cómo ellas seducen por naturaleza y nosotros sufrimos las consecuencias estivales de estar rodeados de poca ropa. Entendía tanto a los hombres, Charlie, que nunca perdió su bikini en la playa. Sin embargo, un día fue a comprar con los pechos al aire, en un acto de rebeldía hacia las mujeres que acotaban su libertad a un reducto de arena. Fueron esas mujeres precisamente las que llamaron a la policía.

Billie encendió un cigarrillo.

-Aquí está la fiesta, Charlie. La contradicción del ser humano. La angustia de ser un hombre devorado por el deseo y al mismo tiempo por no sucumbir a él.

Los ojos de Billie estaban llamando al mar y algunas gotas asomaron.

-Charlie, míralas y míranos. No caigas en la tentación mas líbrate de despreciarlas. Son hermosas porque tú las ves hermosas...

Billie y yo nos dimos un baño junto a esas olas que tocan tierra como indecisas, que vuelven al mar calmadas, seguras de su conquista. Después nos metimos en el coche, con las ventanillas bajadas, y pusimos rumbo a casa cantando el Nessun dorma.





Canción: Nessun dorma (canta Pavarotti)

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