INFORME DE PROGRESOS, 21




El joven del violín es argentino, como Luis. Se llevan muy bien los dos. Bueno, Billie y yo también lo pasamos en grande con ellos, pero es lógico que lejos de su país, dos personas, dos músicos además, encuentren su patria en esta esquina del mundo, compartiendo las calles de Buenos Aires y sobre todo, el aroma que trae la nostalgia envuelta en recuerdos y una canción perdida que esta noche buscarán juntos. Buscaremos juntos.
No hemos hecho ningún comentario sobre el intento de ingresar en la nada por parte del violinista. Él sonríe como si nada hubiera pasado, y es que a veces la nada se muestra tan relajada, tan dormida, que uno puede caer en el sueño de no soñar jamás.
A veces, leo lo que escribo en mi diario (o en mis informes, como lo llama el doctor Strauss) y no me reconozco. Aquellas líneas casi ilegibles del inicio de mi terapia con manchas de tinta como las que me enseñaba el profesor Neimur, parecen escritas por otra persona. No construyo las frases como debería, ya lo sé. Parecen informes de progreso de un anormal. Claro, eso es lo que soy. A veces, lo olvido. Con Billie, Luis y el violinista, a uno le cuesta creer que sea anormal. Si esa palabra se utilizara para definir a la gente que está fuera de la norma, entonces sí, porque no creo que sea normal que una persona como yo coincida en el tiempo con tres personajes como ellos. Me siento afortunado por ser anormal, como algunos piensan. Algunos son el doctor Strauss, el señor Donner, miss Kinnian y... y quizás Sally. ¿Pensará Sally que soy anormal?... claro que sí. Entre polvo y polvo, el doctor Strauss (bueno, Gregory) le contará que soy incapaz de mantener una relación con una mujer porque así lo dicen mis informes de progreso y, sobre todo, porque sus estudios sobre mi conducta le han llevado a esa conclusión. A mí me da pena el doctor Strauss. Cuando estudian tanto se olvidan de que es imposible que todo el mundo quepa en casillas de comportamiento. El doctor Strauss diría que el joven del violín pasa por una mala experiencia que arrastra desde niño y por eso quiso suicidarse y ahora disfruta con nosotros por un acto reflejo de su angustia anterior que es incapaz de asimilar... ¡cuántas chorradas para no admitir que no tienen ni idea de cómo funciona el ser humano!. Luego, alguien ejemplar mata a cuatro personas y dicen que es increíble, con lo buen chico que era...
Billie me contaba hace un rato que tuvo un amigo ejemplar. Cuando estaba en el barco, su amigo era como un bálsamo. Coincidían en todo. Contrastaban experiencias. Entre sus miradas saltaban chispas. Después de veinte años de amistad radiante, su amigo le clavó un puñal mientras dormía. Billie se curó de la herida, pero nunca pudo curarse de la puñalada de tener un judas por amigo, de la desconfianza, de no saber qué puede llevar a una persona a hacer eso sin motivos. “Cuando no entiendo nada, Charlie, me río”. Billie es un hombre fuerte. Creía ver magia en la mirada de aquel monstruo, cuando realmente era él el que creaba y amaba sin ser correspondido. ¡Las veces que se sintió dichoso por haber conocido la amistad!.
Me dijo Billie que el hecho de quedarte en pañales ante la vida te coloca en tu sitio, que es dudar y amar entre brumas. Del amor a la indiferencia (nunca al odio) hay un paso. Eso es lo que más le jode a Billie.

No puedo dormir. No dejo de pensar en Sally. Si al menos ella me hubiera maltratado así, me hubiera vendido por treinta monedas pagadas por el doctor Strauss, yo tendría una historia que contar entre los dos, aunque fuera la historia de dos latidos que durante unas décimas de segundo, marcharon juntos.





Canción: La felicidad (Vicente Feliú)

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