INFORME DE PROGRESOS, 05





Hoy he ido a ver al Doctor Strauss, a la hora de mi desayuno. En la sala de espera me he comido el bollo de crema de chocolate. Cuando he entrado a la consulta, el doctor Strauss me ha dicho que esperara un momento allí mientras resolvía un asunto. Eso me lo dice siempre que va al lavabo. Sentada frente al ordenador estaba Sally, la enfermera del doctor Strauss. Tenía una tristeza en los ojos que intentaba ocultar tras sus gafas, pero yo la veía, aunque me sonriera y me preguntara qué tal me iba, yo sabía que estaba triste. Me parecía más hermosa con su tristeza, pero no quería verla así. Nuestras miradas chocaron accidentalmente y yo me sentí desnudo. Entonces entró el doctor Strauss, tan oportuno.
Yo intentaba tapar mis deseos con ese rostro de indiferencia con el que vienen las señoras a la panadería, como el que espera su turno. No debió salirme bien, porque el doctor Strauss miró sonriendo a Sally, que no hizo lo mismo. Me dijo que había leído mis informes de progresos. Él piensa que los ha leído todos pero yo sólo le enseño algunos. Por ejemplo éste no se lo voy a enseñar, claro. Dice que estoy obsesionado con la idea de ser listo. Me preguntó qué era para mí ser listo. Yo le contesté que si lo supiera ya sería listo, que eso me lo tenía que responder él. Entonces escribió algo con su pluma, mientras sonreía. Después me dijo también que no entendía ese término que utilizo a veces en los informes, eso de que ellos puedan usarme a mí. Yo le dije que esa era mi meta: sentirme usado por alguien más listo que yo y demostrar que sirvo para algo. A veces yo también pensaba en ese término con Sally, pero con ella me gustaría ser usado de otra manera.
Le dije al doctor Strauss que yo tenía las mismas necesidades que cualquier persona. Entonces Sally me miró sorprendida tras sus lentes y yo le devolví su mirada desnuda, casi con desprecio. Me sentí liberado de su indiferencia y ahora era yo el que podía jugar con ventaja, aunque yo no quería ser indiferente, y menos para Sally, la triste.

Mientras pensaba en esto, el doctor Strauss me preguntaba por tonterías: por el deporte que practicaba (que es ninguno y yo le dije baloncesto), por mi sueño más repetido (que es que se me caen los dientes de delante y yo le dije que no lo recordaba),...
De pronto me enseñó un papel y me dijo que dibujara algo. Yo le pedí un lapicero. Entonces, orgulloso de haberme llevado a esa reflexión tan absurda por otra parte que me estaba poniendo ya muy nervioso, y sonriendo, claro, me preguntó: “muy bien, Charlie. Dime, ¿te gustaría ser usado como un lapicero para dibujar, o como un papel en blanco para ser dibujado?...”. Joder, yo pensaba que estas cosas pasaban sólo en las películas.
Le contesté, después de respirar despacio, que yo quería ser usado como Charlie Gordon, como persona, y no como lápiz o papel. Me mordí la lengua para no acabar la frase con un contundente gilipollas. Me levanté y le dije al doctor que me sentía mal y que volvería otro día a jugar a los barcos con él.

Y a Sally... bueno. A Sally le dije, de espaldas junto a la puerta de salida de aquél salón de juegos de mesa: “si sigues tan triste, nadie podrá usarte”.





Canción: Sally (Richard Cocciante)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al principio pensé que era un niño y ya en la segunda parte pude apreciar que es un joven o un adulto con deficiencias psíquicas.
La narración está contada desde la perspectiva distorsionada del protagonista y vemos el mundo a través de sus ojos.
Un saludo