INFORME DE PROGRESOS, 08




Cuando llegué a casa, bueno a la casa del señor Donner, miss Kinnian ya no estaba allí. El señor Donner me recibió con gritos y preguntas. Dónde había estado, qué horas de llegar eran esas,... lo normal. Estaba más enfadado, después me di cuenta, que de costumbre. Salió a las once de la noche y no volvió. Esta mañana le he visto frente al horno de leña preparando pan con forma de puño. Sus ojos tenían más sangre que todo su cuerpo junto y su aliento apestaba a alcohol. Incluso la señora Malory ha preguntado si el pan de hoy tenía anís como las pastas de té. No sé lo que ocurrió ayer entre miss Kinnian y el señor Donner pero seguro que es algo serio. Nunca lo vi beber. Billie ha venido a la hora de mi desayuno y no le ha dicho nada. Le gusta ponerle de mal humor, pero como hoy ya lo tenía, debe haber pensado Billie que no merecía la pena ni la alegría enfurecer a una persona que parecía recién ingresada en la cárcel.
Después de mi desayuno le he dicho al señor Donner que por hoy podía seguir yo solo en la panadería. Me ha dado las gracias con un quejido y ha subido a dormir su muerte de ayer. Pobre hombre. Si fuera mi padre le habría dado un abrazo y un revólver, como dice Billie. “Me recuerda a un tipo que conocí hace años. Dejó embarazada a una fulana que amaba los martes y los viernes”. Entonces pensé que el señor Donner podía esperar un hijo de miss Kinnian. Me pareció mal, porque miss Kinnian no era una fulana ni el señor Donner un hombre que amara, aunque fuera sólo dos veces por semana.
La verdad es que Billie me ha recordado a mi padre cuando me ha contado esa historia. No sé por qué. Yo no conocí a mi padre. Mi madre no habló de él hasta que cumplí nueve años. Mientras me preparaba la tarta llamaron a la puerta. Era un señor con traje de vendedor a domicilio. Creo que era rubio y llevaba un reloj caro. Mi madre le invitó a sentarse con una tranquilidad cotidiana. Estuvo una hora allí, sin hablar, a mi lado, probando la cena como en un restaurante familiar. Cuando se levantó para marcharse mi madre me dijo: “Charlie, este es tu padre. Míralo bien. Tiene tanto trabajo que sólo podrá verte una vez en tu vida”. Sacó cinco dólares de su bolsillo y me los dio, con una leve mueca en su rostro que no acertaría a decir si fue una sonrisa. Nunca escuché su voz y, sin embargo, parece que algunas noches lo oigo desde mi cama discutiendo con mi madre sobre si debo o no ir a un colegio especial. Otras veces, el señor Donner habla como si fuera mi padre, pero sé que no lo es. Billie dice que esa experiencia es tan dura que uno debe reírse de ella. Yo no me río pero tampoco me preocupa. Es la mejor manera de recordar a alguien tan importante como a un padre: no haberlo tenido, tener la oportunidad de inventarlo, inventar la manera de tenerlo.






Canción: Father & Son (Cat Stevens)

1 comentario:

Corina dijo...

Qué triste es tener el retrato borroso de un padre. Además sabiendo que no te quería lo suficiente.
Te sigo, Silente, aunque con nuevo blog e identidad.