INFORME DE PROGRESOS, 10



Esta mañana, en la panadería, he hablado por fin con el señor Donner. Me ha dicho buenos días y yo le he preguntado dónde estaba el chocolate para preparar los bollos. Ya sé dónde está el chocolate pero lo he preguntado para que sepa que quiero hablar con él otra vez: “estos días he estado mal pero no me pasa nada con usted, espero que lo entienda”. Ha sonreído y me ha pedido que abriera el horno. El pan estaba dorado en su punto, como el dedo índice de Billie, quemado por la nicotina. Por cierto, hoy no ha venido Billie. El señor Donner lo ha agradecido, porque le espanta la clientela. La señora Malory no paraba de silbar, feliz de que Billie no estuviera. Incluso me ha hablado de su nieto, que tiene plaza en Oxford y de su padre, es decir su hijo, que estudió música en Julliard. Dice que se presentaba a todos los concursos, no para que le dijeran que era el mejor, eso no le importaba, si no para ganar dinero con el que seguir estudiando. Deambuló por escuelas y conservatorios conservadores buscando un profesor que le ayudara a resolver los problemas que se le iban presentando, pero muchos daban clases porque también necesitaban dinero. No tenían la menor vocación pedagógica. En su desesperación, dejó los estudios para dedicarse de lleno a la música. ¡Qué contradicción!. Su clarinete sonaba en cualquier club de jazz o en el estanque de Weill – Park. Ahora recuerdo haber visto allí a un hombre tocando. Me gusta ver a los músicos por las calles, en las esquinas, poniendo su particular banda sonora a la ciudad.
Billie me ha dicho muchas veces que los músicos y las prostitutas son de una misma familia, una raza de supervivientes que hacen la calle y muestran sus encantos. Un músico sobre un escenario es como una puta en palacio. Eso al menos piensa Billie, que compara las dos profesiones con la de medicina o recogida de basura, al servicio de los demás.
Desde que la señora Malory me contó que tiene un hijo en los prostíbulos del arte, me cae mejor. Hoy le he llevado las bolsas de la compra hasta su casa. Allí estaba su hijo sentado junto al clarinete. A su lado había un hombre con un violín en su regazo. Los dos hablaban y reían entusiasmados. La señora Malory me dio un dólar de propina. Yo no lo cogí.

-¿Qué hacen?
-¡Chiiist!..., están estudiando.





Canción: Bendita música (Serrat)

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